1 de diciembre de 2022 | Por Frank Bruni, New York Times
Siempre que la gente me pregunta cómo ser mejores escritores, les digo que se conviertan en mejores lectores.
Sí, deben escribir y revisar y luego revisar y escribir un poco más. Deben practicar. Eso es crucial.
Pero la forma en que sabrán, a nivel instintivo, si están eligiendo las palabras adecuadas, formando las frases correctas y encontrando el ritmo adecuado es habiendo ingerido e interiorizado innumerables ejemplos de escritura bien hecha. Es el manantial del vocabulario, del juicio, de la confianza. La lectura alimenta la escritura tanto como los hidratos de carbono lo hacen al correr.
Pero eso es sólo una parte de lo que hace. Acelera los pensamientos. Pone el cerebro en marcha. Despierta la imaginación. En conjunto, los diversos y profundos beneficios de la lectura la convierten en una piedra angular de las oportunidades. Así pues, si queremos dar a más personas la mejor oportunidad posible de tener un futuro seguro, sano y feliz y de hacer realidad sus sueños, tenemos que conseguir que los libros lleguen a las manos y a los hogares de más niños.
Afortunadamente, hay muchos grupos locales y nacionales dedicados precisamente a eso.
Una de ellas, cerca de mí, es Book Harvest, en Durham, Carolina del Norte. Según su sitio web, ha entregado más de 1,8 millones de libros a niños y familias. ¿Qué importancia tiene eso? Me remito a las palabras de ese sitio web: "El ochenta por ciento del desarrollo cerebral se produce en los tres primeros años de vida. Imaginemos las posibilidades de todos los niños cuando crecen rodeados de libros e historias, palabras e ideas, desde el nacimiento".