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  • Escritor: Benay Hicks
    Benay Hicks
  • 9 de julio de 2015
  • 2 min read

Por Allegra Berry, becaria de operaciones de verano de Book Harvest


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Cualquiera que trabaje con niños pequeños puede identificarse con mi lucha por encontrar formas de ayudar a mis pupilos a controlar su energía. Como niñera, me doy cuenta de que la hora de acostarse puede ser el punto de inflexión de todo el día de un niño. Sabiendo lo mucho que me disgustaba personalmente quedarme sola intentando dormir, hago un verdadero esfuerzo por templar la batalla que supone la hora de acostarse. Después de más de siete años cuidando niños, hay una actividad en la que siempre puedo confiar. Cuando la somnolencia empieza a instalarse, normalmente me doy cuenta antes de que el niño esté preparado para admitir que está sucumbiendo a un día de juegos, puedo decir las palabras mágicas: "¡Eh, vamos a elegir un libro que podamos leer juntos!".

Hace poco estuve cuidando a dos niños, Vivienne (2 años) y su hermano mayor Finn (5 años). Como de costumbre, mecí a Vivienne mientras le leía algunos cuentos. Nuestra rutina la tranquiliza hasta el punto de que puedo acostarla sin protestar. Finn, que sabe que tiene tiempo extra para jugar a solas, se emocionó al verme salir de la habitación de su hermana. Jugamos a nuestro juego de fútbol intercalado con historias sobre su semana de Finn en la escuela. No tardé mucho en notar que Finn luchaba contra los temidos párpados pesados, señal inequívoca de que la noche estaba llegando a su fin. Aunque hubo que convencerle un poco más, Finn accedió a ponerse el pijama.

Cuando llegamos a la habitación de Finn, nos pusimos en nuestra rutina habitual. Se puso rápidamente el pijama, eligió dos libros que quería escuchar y se metió en la cama. Leímos los libros, tomándonos nuestro tiempo para disfrutar de las ilustraciones, y cuando terminamos apagué la luz preparándome para salir. Sin embargo, antes de que pudiera irme, oí una voz suave que me preguntaba: "Allegra, ¿podrías contarme otro cuento?". Cogida un poco desprevenida, dije "claro, ¿qué quieres oír?". Al darme cuenta de que estaba a punto de dormirse fui a sentarme junto a su cama para embarcarme en otro viaje a través del cuento. Le recité de memoria toda la historia de los tres cerditos, aunque estoy casi segura de que Finn se había dormido a la mitad.

Esta experiencia me recordó la magia que encierran los cuentos. No es sólo la rutina lo que tranquiliza a la pequeña Vivienne o despierta la imaginación de Finn. Lo que hace que la hora de dormir sea especial es la posibilidad de compartir un último momento antes de que acabe el día. Los libros nos permiten estar juntos y emprender viajes sin tener que correr por toda la casa. Ya sea mirando las ilustraciones o recitando la historia en la oscuridad, el resultado es el mismo. Nuestras aventuras juntos a través de los cuentos hacen que la hora de dormir sea una parte más atractiva y agradable del día. Para los niños como Finn es más fácil dormirse a mitad de la aventura y para otros es crucial que la lleven hasta el final. En cualquier caso, es un viaje especial en el que estaré encantada de acompañarles a la hora de dormir.

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