8 de diciembre de 2022 | Por Nyemah T. McLaurin, amiga de Book Harvest
Personas de todo el mundo encuentran su nicho o algo en la vida que les apasiona a través de diversas vías. Algunos se inspiran en una experiencia concreta que nunca olvidarán o en la historia de otra persona que les resulta tan intrigante que la curiosidad por saber más no se disipa. Algunas personas nacen, al parecer, con ciertos talentos y dones que cambian el mundo y la vida de sus habitantes sin esfuerzo. Otras, como yo, se inspiran en un libro favorito de su infancia, un libro que se les queda grabado como el olor de la ropa recién lavada o el colorante de los huevos de Pascua. Tengo una plétora de libros que me llevaron y de alguna manera marcaron una diferencia en mi vida, pero uno en particular se llama Falling Upun libro de poesía de Shel Silverstein.
Después de leer Falling Upme enganché al instante. Las ilustraciones que acompañaban a los poemas me hacían cosquillas. Cuanto más leía, más me preguntaba si podría escribir mis propios poemas. A partir de ahí, mi interés por la poesía, tanto por leerla como por escribirla, fue en aumento. Vengo del tipo de familia en la que, una vez que compartes un interés, todo el mundo lo apoya. Mi madre, mi abuela y mis tías empezaron a comprarme todo tipo de libros de poesía y los devoré todos. Entonces empecé a escribir mis propios poemas y me di cuenta de lo buena que era y de lo bien que me hacía sentir. Me sentía muy orgullosa y no había sentimiento más grande. Ya me interesaba la música y el canto, así que descubrir que tenía un don para escribir poesía se convirtió en una puerta de entrada para escribir también mis propias canciones.
Aunque mi familia me llenó de libros desde que nací, mi vida cambió para siempre cuando recibí Falling Up. Me ayudó a superar algunas tormentas y a expresarme. De niña, muchas veces tuve la sensación de que no pertenecía a ningún sitio y de que no era buena ni tenía talento para nada. No me resultaba fácil decirle esas cosas a nadie. Creo que no sabía cómo hacerlo. Cuando me fallaban las palabras, nunca me fallaba escribirlas. Podía poner sobre el papel lo que no podía decir en voz alta. Shel Silverstein me enseñó a hacerlo. Sus poemas me dieron un modelo para crear los míos y me proporcionaron una liberación. La lectura me enseñó a ser escritora. Me hizo creer que tenía ese potencial.
He transmitido este libro y otros favoritos de mi infancia a mis propios hijos y a otros niños de mi comunidad. Comparto mi historia con ellos con la esperanza de servir de inspiración a algún otro niño que intenta encontrar un lugar en este mundo al que siente que pertenece, para hacerle saber que no tiene por qué avergonzarse ni tener miedo.
A todos los niños les digo que NUNCA se rindan. NUNCA dejéis de LEER y de absorber todo el conocimiento que podáis. Nunca sabes de lo que eres capaz hasta que lo INTENTAS. Yo aprendí esa importante lección de la vida en un libro.